"Nabucco" en el Teatro Colón : Buscando un símbolo de paz

La tercera ópera verdiana volvió al escenario del Teatro Colón en una puesta escénica conceptual y un destacable desempeño orquestal y coral. Por Ernesto Castagnino

Escena del tercer acto de Nabucco, Teatro Colón, 2022
El Coro Estable del Teatro Colón en la escena final de Nabucco, 2022

NABUCCO, ópera en cuatro actos de Giuseppe Verdi. Función del domingo 5 de junio de 2022 en el Teatro Colón. Nueva producción escénica. Dirección musical: Carlos Vieu. Puesta en escena, escenografía, vestuario, iluminación y coreografía: Stefano Poda. Elenco: Sebastian Catana (Nabucco), Rebeka Lokar (Abigaille), Rafał Siwek (Zaccaria), Darío Schmunck (Ismaele), Guadalupe Barrientos (Fenena), Mariana Carnovali (Anna), Mario De Salvo (Gran Sacerdote de Baal), Gabriel Renaud (Abdallo). Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director de coro: Miguel Martínez.

La colaboración entre Giuseppe Verdi y el libretista Temistocle Solera dio cinco óperas entre 1839 y 1846: Oberto, Nabucco, I lombardi alla prima crociata, Giovanna d’Arco y Attila. No son, indudablemente, los libretos más logrados de la producción verdiana, pero cumplieron un rol muy importante en el clima político y social que se vivía en la Italia del Risorgimento. El sentimiento patriótico, el anhelo de la unidad del país y el rechazo a la invasión del imperio austríaco encontraba resonancia en estas historias de pueblos oprimidos o invadidos que buscaban la libertad y exaltaban el amor a la patria. Imaginemos solamente el efecto que causaría en el público milanés escuchar el coro de hebreos cantando “Morte allo stranier!” (¡Muerte al extranjero!) en Nabucco o al pueblo francés vitorear “Fia sacro il dì che un popolo dal fango si levò” (Sea sagrado el día que el pueblo se levantó del barro) en Giovanna d’Arco, con los altos oficiales austríacos sentados en los palcos de la Scala de Milán.

La figura de Temistocle Solera (1815-1878), compositor además de poeta, resulta inseparable de este propósito. Con una vida digna de una novela, en la que se combinan la diplomacia secreta, la dirección de teatros de ópera, el cargo de jefe de policía en Egipto y la gestión de un anticuario en París, Solera estaba indudablemente involucrado en los acontecimientos políticos del momento y utilizó hábilmente las tramas de los libretos para transmitir mensajes cifrados a sus compatriotas. Para profundizar sobre otros aspectos de esta ópera, el lector puede recurrir al artículo “Nabucco de Giuseppe Verdi : La consagración” de Luciano Marra de la Fuente, en este mismo sitio.


Guadalupe Barrientos (Fenena), Sebastian Catana (Nabucco) y Rebeka
Lokar (Abigaille) en el acto 2 de Nabucco, Teatro Colón, 2022

La propuesta del director escénico italiano Stefano Poda —a quien recordamos de aquella puesta “acuática” de Il trittico pucciniano en 2011— despojó al drama de toda referencia histórica o bíblica, presentando al espectador un espacio completamente blanco, incluso en el vestuario, solo contrastado por los trajes negros de los tres babilonios: Nabucco, Fenena y Abigaille, que cambiaron a blanco en sus conversiones o arrepentimientos. El espacio dominado por líneas rectas se delimitaba por momentos por paneles móviles traslúcidos y los únicos objetos figurativos aparecían como mensajes simbólicos que subrayaban la idea general. Un enorme friso con un ojo y una oreja descendió cuando Abigaille cantó su gran escena y los figurantes repetían en diferentes momentos de la obra el movimiento robótico de taparse la boca y los oídos con su propia mano. Poda resignificó la alegoría bíblica de la conversión del rey babilonio al judaísmo en un mensaje humanista universal de liberación y paz que culminó con la reunión de los fragmentos de la escultura de una mujer yaciente, imagen que Abigaille replica en su propia muerte.

La puesta resultó visualmente muy atractiva, aunque la profusión de simbolismos resultaba, por momentos, algo ambiciosa. La presencia de una masa de figurantes iba ilustrando con movimientos y gestualidad el clima emocional de la escena: corriendo agitadamente en los momentos de batallas o enfrentamientos, o desparramados en el piso en los momentos de zozobra. Muy logradas resultaron las figuras estáticas que creaban, con sus cuerpos, en torno a los otros personajes, fundamentalmente las primeras ya que el recurso, al repetirse, perdió algo de eficacia. Una nota especial merece el notable manejo de la iluminación -también a cargo del director escénico- con la que lograba climas muy intensos. La amplitud del espacio con escasa escenografía no ayudó particularmente a las voces del barítono y el tenor, que luchaban por sobrepasar la masa sonora de la orquesta.

El rumano Sebastian Catana tuvo a su cargo uno de los roles baritonales emblemáticos de Verdi, con resultados discretos. La voz estaba allí, pero el arco emocional que debe transmitir este personaje lleno de contradicciones quedó a medio camino. Como su hija, la soprano eslovena Rebeka Lokar compensó con buenas dotes actorales un desempeño vocal solo correcto. No obstante alguna tirantez en el agudo, consiguió momentos muy convincentes a fuerza de intención y fraseo. Un gran aporte vino por parte del bajo polaco Rafał Siwek en el rol de Zacarías, antagonista de Nabucco. Verdi compuso para este personaje tres momentos solistas de mucho lucimiento, a los que la rica voz de basso profondo de Siwek hizo plena justicia. 

Escena del segundo acto de Nabucco, Teatro Colón, 2022

La mezzosoprano argentina Guadalupe Barrientos se impuso con un instrumento de gran volumen y riqueza tímbrica. Completaban el elenco el tenor Darío Schmunck como Ismaele, el bajo Mario De Salvo como el Sumo Sacerdote, Mariana Carnovali como Anna y Gabriel Renaud como Abdallo.

La afinidad de Carlos Vieu con este repertorio es ampliamente conocida. El director es capaz de extraer sutilezas, crear momentos de intimidad y dominar las enormes masas corales y orquestales en los momentos concertantes, con mucha naturalidad. La Orquesta Estable del Teatro Colón, bajo su batuta, dio lo mejor de sí. Como se sabe, el coro es uno de los protagonistas en esta ópera y el Coro Estable, bajo las órdenes de Miguel Martínez, recibió una de las mayores ovaciones de la noche.

En síntesis, una excelente versión musical de la ópera que hizo popular a Verdi, con una estimulante puesta escénica que invita a reflexionar —en clave universal— sobre la humanidad y la violencia.

Ernesto Castagnino
ecastagnino@tiempodemusica.com.ar
Junio 2022

Imágenes gentileza Teatro Colón / Fotografías de Máximo Parpagnoli y Arnaldo Colombaroli

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