La efectiva producción de la Komische Oper de Berlin sostenida en la estética del cine expresionista aportó una renovada y original lectura de la ópera mozartiana | Por Ernesto Castagnino
En 1791, Wolfgang A. Mozart contaba con 35 años y recibió la propuesta de componer una ópera alemana para el teatro de Emanuel Schikaneder. No sabía que sería su última ópera cuando se subió al podio para dirigir la orquesta en el estreno, el 30 de septiembre de ese año, dos meses antes de su muerte. Schikaneder —quien además de escribir el libreto interpretó el rol de Papageno— era compañero del compositor en una logia masónica de Viena y se sirvió de un relato fantástico de rescate para introducir un claro mensaje laudatorio de los valores masónicos. Se trata, por lo tanto, de una obra que permite múltiples niveles de interpretación: hay ingredientes fantásticos, hay solemnidad y comicidad, hay aventura y heroísmo, hay sentimentalismo e infantiles cabriolas, y hay, fundamentalmente, una profusión de símbolos y alusiones al ceremonial masónico. Esta confluencia de elementos tan diversos permite, según dónde se ponga el acento, muy distintas aproximaciones por parte de los directores escénicos.
Esta ópera ha sido llevada al cine con
excelentes resultados como testimonian las versiones dirigidas por Ingmar Bergman (1975) y Kenneth Branagh (2006). Si la propuesta
de Bergman se encuadraba en el teatro filmado, la puesta firmada por Barrie Kosky y Suzanne Andrade podría calificarse como film teatralizado. A pesar de los once años transcurridos desde su
estreno, esta puesta escénica creada para la Komische Oper de Berlín no ha perdido actualidad. Con una estética basada
en el cine expresionista alemán, el escenario se transforma en una gran
pantalla donde los personajes se funden con animaciones, transformando la
puesta en una suerte de película en vivo.
La propuesta es muy atractiva visualmente pero el costo que paga es la pérdida
de teatralidad.
Joel Prieto (Tamino) y Anna Siminska (Reina de la Noche) en el primer acto de La flauta mágica, Teatro Colón, 2023
Las animaciones creadas por Paul Barritt son extraordinarias y la sincronía entre ellas y los personajes humanos es impecable. La entrada y salida se resuelve con paneles giratorios en diferentes niveles que resuelven rápidamente la continuidad de las escenas, mientras que el vestuario y la caracterización encontraron correspondencias interesantes entre las características de los personajes de la ópera y el cine silente, como Monostatos devenido en Nosferatu (Murnau), Sarastro como un Dr. Caligari (aunque menos malo que el concebido por Robert Wiene) o Papageno con reminiscencias de Buster Keaton. Al comienzo el efecto es sorprendente, pero con el correr de las escenas, la mínima interacción entre los cantantes y la repetición del recurso va introduciendo cierta frialdad en la experiencia.
Una decisión polémica fue la de remplazar los diálogos hablados (esenciales para comprender la trama) por leyendas escritas al modo del cine pre-sonoro, mientras un piano ejecutaba piezas para piano de Mozart que no fueron concebidas para esta ópera. Si bien la idea es funcional a la propuesta general, el recurso genera cierta fragmentación entre una escena musical y la siguiente. En una época donde las experiencias inmersivas se convirtieron en moda, ésta cumple con todos los requisitos. Visualmente todas las piezas encajan a la perfección y ningún detalle fue descuidado, pero algo de la experiencia teatral se va perdiendo en el camino.
El aspecto musical se mantuvo en la
corrección con algunos puntos destacables. El Tamino de Joel Prieto desplegó
una vocalidad mozartiana de línea homogénea y pureza de emisión, secundado por
la soprano Verónica Cangemi estilísticamente
irreprochable como la joven Pamina, aunque su timbre ya no sea tan juvenil como
conviene al personaje. La soprano Anna
Siminska y el bajo Rafał Siwek,
ambos polacos, cumplieron como los antagonistas de la historia: la temible Reina
de la Noche y el venerable Sarastro.
Joel Prieto (Tamino), Carolina Gómez, Florencia Burgardt, María Luisa Merino Ronda (Tres damas)
y Peter Kellner (Papageno) en el segundo acto de La flauta mágica, Teatro Colón, 2023
El rol que resultó más perjudicado por la ausencia de los diálogos fue el de Papageno que tiene líneas de gran efecto cómico, pero a pesar de ello el barítono Peter Kellner aportó una voz brillante y bien timbrada para el ingenuo pajarero. Muy bien resuelta la breve aria de Monostatos por Pablo Urban. El resto de los cantantes completaron un elenco sin fisuras.
Marcelo Ayub ofreció, desde el podio, una lectura ágil de la partitura mozartiana mientras que la Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón respondieron con la eficacia acostumbrada.
Las puestas escénicas capaces de confrontar e interpelar a su época son las que verdaderamente perduran en el tiempo, y esta propuesta —que lleva más de una década recorriendo los teatros del mundo— ha demostrado su actualidad.
Ernesto Castagnino
ecastagnino@tiempodemusica.com.ar
Mayo 2023
Para agendar
Las funciones de La flauta mágica en el Teatro
Colón continúan el viernes 12, domingo 14 y martes 16 de mayo. Por entradas
agotadas, se sumará una nueva función el próximo sábado 13 de mayo. Las localidades se encuentran a la venta en www.teatrocolon.org.ar y también en la
boletería del Teatro Colón, Tucumán 1171, de lunes a sábados de 9.00 a 20.00 y
domingos de 9.00 a 17.00.
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Imágenes gentileza Teatro Colón / Fotografías de Arnaldo
Colombaroli y Máximo Parpagnoli
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Espacio de Opinión y Debate
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QUE LOCURA!
ResponderBorrarPIERDE FRESCURA Y AGILIDAD. NO ES TEATRO NI OPERA. SIN DIALOGOS SE PERDIO LA ESENCIA DE LOS PERSONAJES Y LA DIVERSIDD ENTRE ELLOS. NO PROFUNDIZA LA DIFERENCIA DE CLASES Y RAZAS QUE MOZART MARCABA MUCHO EN SUS OPERAS. NO ME GUSTO. GRACIAS POR DEJARME OPINAR.
ResponderBorrarEstuve el miércoles 10 y me pareció patética, quisiera que cuando el Teatro Colon exponga una ópera con mapping nos avisara así nos evita pasar un mal momento. Muchas gracias.
ResponderBorrarUn disparate. Casi seria mejor que fueran versioned de concierto.
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