ORPHÉE AUX ENFERS, opereta en cuatro actos de Jacques Offenbach. Función del jueves 14 de noviembre de 2024 en el Teatro Colón. Dirección musical: Christian Baldini. Dirección escénica: Pablo Maritano. Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez. Vestuario: María Emilia Tambutti. Iluminación: Verónica Alcoba. Diálogo y versificación: Gonzalo Demaría. Diseño de video: Matías Otálora. Coreografía: Carlos Trunsky. Elenco: Carlos Natale (Orfeo), Mercedes Arcuri (Eurídice), Santiago Martínez (Aristeo/Plutón), Eugenia Fuente (La Opinión Pública), Ricardo Seguel (Júpiter), Víctor Torres (John Styx), María Castillo de Lima (Diana), Daniela Prado (Cupido), María Savastano (Juno), Paula Almerares (Venus), Iván García (Marte/Radamante), Iván Maier (Minos), Cristian Taleb (Éaco), Fabián Minelli (Mercurio). Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director de coro: Miguel Martínez.
Hija del intermezzo italiano y la masque inglesa, la opereta nació como un género de puro entretenimiento, combinando ligeras melodías, danzas populares y diálogos hablados. Alejada de la pomposidad de la ópera seria, se constituyó en vehículo ideal para la diversión de las masas, que podían comprenden las acciones sin mayores dificultades. En el contexto de la revolución de 1848 y el restablecimiento del Imperio en la figura de Napoleón III, Jacques Offenbach, joven violonchelista de la Opéra-Comique y miembro de una familia judía que había emigrado a París desde Alemania en busca de oportunidades, comenzó a soñar con la posibilidad de tener su propio teatro. El 5 de julio de 1855 inauguró el teatro Bouffes Parisiens que dirigirá y donde presentará, hasta 1862, entre cinco y nueve operetas por año, forjando las bases de un nuevo género que quedará indisolublemente ligado a su nombre.
La opereta offenbachiana es irreverente y transgresora, en ella está permitido burlarse de todo y de todos, desde el emperador hasta el criado, representando humorísticamente las intrigas y la corrupción del poder político y religioso. Las danzas, el contagioso ritmo binario del galop y la carga erótica —tanto visual, con las damas ligeramente vestidas, como verbal, con los chistes de doble sentido—, daban cuenta de un espacio de libertad sexual dentro de la rígida moral social de la burguesía del siglo XIX. Como en toda su producción, en Orfeo en los infiernos, están presentes: la sátira política (la figura de Júpiter puede leerse como una caricatura de Napoleón III), la parodia de los llamados “géneros serios” (las citas musicales al Orfeo ed Euridice de Gluck) y la crítica mordaz a la hipocresía de la sociedad, que aquí se representa magistralmente en la figura de La Opinión Pública convertida en personaje.
La propia lógica del género admite
ciertas libertades como la actualización de los diálogos, incorporando
alusiones actuales o localismos, y esa fue la tarea de Gonzalo Demaría, con resultados muy atractivos. Incluso la transición
del español en los diálogos hablados al francés cantado fluyó con armonía. Las
situaciones cómicas habladas en español requirieron de cantantes actores
capaces de generar los remates, las pausas y los acentos tan propios del género.
La dirección escénica de Pablo Maritano,
con su acostumbrada inventiva para encontrar referencias de actualidad en sus
puestas, concibió un espectáculo muy disfrutable, con ágiles cambios de escena
y atractivas coreografías a cargo de Carlos
Trunsky. El despliegue escénico imprimió un ritmo incesante que acompañó al
crescendo musical y contó con un equipo vocal entregado al humor.
Las cualidades actorales de Ricardo Seguel (Júpiter) y Santiago Martínez (Plutón), sumadas a las vocales, hicieron que cada una de las escenas en las que intervinieron resultara un verdadero disfrute. La soprano Mercedes Arcuri mostró todo el descaro de una Eurídice buscando diversión fuera de su matrimonio y abordó las agilidades de sus arias con energía. Carlos Natale aportó la vocalidad tenoril ideal para Orfeo, mientras que Eugenia Fuente y Víctor Torres estuvieron excelentes como La Opinión Pública y John Styx, respectivamente. El numeroso elenco que completaba el Olimpo imaginario de Offenbach estuvo a la altura en todo momento.
Respecto de la dirección musical de Christian Baldini, acompañó con destreza a los cantantes, pero presentó algunos desajustes en las escenas concertantes, en tanto que la Orquesta y el Coro Estables cumplieron con la excelencia habitual. Este importante y esperado rescate de una obra que —inexplicablemente— nunca había sido escenificada en el escenario del Teatro Colón, rindió justicia a la burbujeante desfachatez de Jacques Offenbach. En una época en la cual gran parte de nuestra vida circula por las redes sociales y el límite entre lo público y lo privado se desdibuja, el temor a La Opinión Pública, ante quien se inclinan hasta los mismísimos dioses del Olimpo, cobra increíble actualidad.
Ernesto Castagnino
ecastagnino@tiempodemusica.com.ar
Noviembre 2024
Imágenes gentileza Teatro
Colón / Fotografías de Arnaldo Colombaroli y Lucía Rivero
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