Un promisorio comienzo de la temporada lírica del Teatro Colón con la obra maestra de Gounod, que tuvo una impecable dirección musical y un ambicioso planteo escénico pletórico de alegorías | Por Ernesto Castagnino
FAUSTO, ópera en cinco actos de Charles Gounod. Función del jueves 16 de marzo de 2023 en el Teatro Colón. Producción del Teatro Regio de Turín, Ópera de Israel y Ópera de Lausanne. Dirección musical: Jan Latham-Koenig. Dirección escénica, coreografía, escenografía, vestuario e iluminación: Stefano Poda. Elenco: Liparit Avetisyan (Fausto), Anita Hartig (Margarita), Aleksei Tikhomirov (Mefistófeles), Vinicius Atique (Valentín), Florencia Machado (Siebel), Adriana Mastrángelo (Marta), Juan Font (Wagner). Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director del Coro: Miguel Martínez.
Mucho se ha escrito sobre las inconsistencias en la estructura dramática de la más célebre –—aunque no la única— de las versiones musicales del texto de Goethe. El libreto de Jules Barbier y Michel Carré para Fausto es una sucesión de episodios con tantas elipsis que cuesta ver una evolución de los personajes e involucrarse emotivamente en la tragedia. Lo que mantuvo vigente a la ópera a lo largo del tiempo es —qué duda cabe— la música de Charles Gounod. El compositor creó una partitura sumamente inspirada que bien podría servir de síntesis del romanticismo francés en materia musical: delicados momentos líricos alternados con otros de gran empuje dramático, con un tratamiento más expresivo que virtuosista de la voz, momentos corales de envergadura y una instrumentación colorista y rica de matices.
Como
ocurre con otras óperas basadas en clásicos literarios, es una tentación
inevitable para los directores de escena contemporáneos hacer dialogar a la
obra musical con el texto fuente en el que está basada, incluyendo en la puesta
elementos que forman parte de la obra literaria pero no están presentes en el
libreto. Es así como Stefano Poda
encaró su puesta también incluyendo frases del texto goethiano en la
escenografía y en la vestimenta de los personajes… si bien para comprender la
idea era necesario conocer el idioma alemán en el cual estaban transcriptas.
El régisseur italiano recurrió —como en su puesta de Nabucco del año pasado— a un elemento omnipresente, de gran potencia visual y simbólica. Si en la ópera verdiana había sido una banda de Moebius, aquí se trató de un enorme círculo ubicado en el centro del escenario que remitía al infinito, al tiempo, al vacío, a esa nada —Rien!— con la que comienza el doctor Fausto su primer monólogo. También esta vez Poda recurrió a la paleta del blanco y el negro, produciendo un simbolismo más ramplón y binario entre el bien (blanco) y el mal (negro). El planteo resultó globalmente atractivo pero el nivel de síntesis y abstracción en el plano visual, sumado a la ambición hermenéutica, dificultaban la comprensión básica de las escenas a un espectador que no estuviera muy familiarizado con la obra.
El elenco tuvo un nivel vocal destacado, comenzando por la soprano rumana Anita Hartig, de emisión clara y riqueza de colores —el suyo es el personaje que mayor transformación sufre a lo largo de la obra y eso debe transmitirse vocalmente—, a su lado el tenor Liparit Avetysian exhibió un instrumento tenoril de gran proyección para hacer frente a las no pocas dificultades del rol protagónico. Aleksei Thikomirov posee el sonido típicamente cavernoso de los bajos rusos y cumplió en todas sus intervenciones si bien algunas notas del extremo agudo quedaron algo tirantes. Su Mefistófeles resultó más seductor que atemorizante, lo cual seguramente debe haber sido la intención del director de escena.
El barítono Vinicius Atique —un recordado Marcello en La bohème de 2018— cantó con voz lírica y bien timbrada el rol de Valentin, que muere maldiciendo a su deshonrada hermana. La mezzosoprano Florencia Machado infundió entusiasmo juvenil a su personificación del joven Siebel, mientras que Adriana Mastrangelo brilló en su breve pero intensa participación en el cuarteto del acto tercero como Marta, la madura vecina de Margarita seducida por Mefistófeles.
La batuta de Jan Latham-Koenig brindó todo lo que se espera de una partitura llena de contrastes y detalles. Entre tanta alegoría y saturación conceptual, el verdadero nervio dramático se encontró en una versión musical intensa y conmovedora. Las dificultades de los momentos corales y concertantes no son menores y el director británico les hizo frente con mano firme y claridad de concepto. Desde los primeros compases de la obertura, la Orquesta Estable exhibió un buen empaste, con particular lucimiento de la sección de metales. La presencia del coro en esta obra es casi constante, tanto en escena como fuera de ella, y las variaciones dinámicas son enormes, algo que Miguel Martínez, preparador del Coro Estable, conoce en profundidad.
Un comienzo de temporada de gran relieve para el Teatro Colón, con una propuesta escénica abstracta y erudita —aunque visualmente muy atractiva— de la ópera gounodiana, que recibió un formidable tratamiento musical.
Ernesto
Castagnino
ecastagnino@tiempodemusica.com.ar
Marzo
2023
Imágenes
gentileza Teatro Colón / Fotografías de Máximo Parpagnoli y Arnaldo Colombaroli
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EXCELENTE el comentario y toda la información de la ópera y la función !!!!!!!!!
ResponderBorrarEscenografia propia de la decadencia operstica, episodio segun Gaethe del siglo XIX, lo queremos mostrar como en el XXI, no se entienden los personajes en esta puesta mas para un titulo como" ¿Donde está Goethe?
ResponderBorrarEgolatría y total falta de respeto al autor literario y musical de Fausto, por parte de este falta de talento Poda
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